martes, 22 de noviembre de 2011

Entre pétalos...

Pequeño pétalo rosado, cuántos saben de tu delicadeza y cuántos se aprovechan de ella. Muy pocos son capaces de ver tu belleza en la sencillez y humildad. Quizás tu olor no sea el más embriagador, pero deleita a los olfatos más exquisitos y exigentes, con tu dulce y tenue fragancia. Sigue siendo el más bello de entre los feos y el más feo entre los bellos.Pero sé tú mismo. Si quieres tener espinas, tenlas, no es solo derecho de la flor y su tallo. De hecho, no habría flor sin tu presencia. Recoges con cariño cada gota de agua que brota del cielo, habiendo pedido al cielo que llore o que no. La acoges con amor y la guías en su camino, pese a que la gota, quizás, no sepa siempre agradecértelo. Eres frágil: cualquier ventisca inesperada puede romperte, quebrarte y , pese  haber pasado algún que otro temporal, ahí sigues, perfecto en tu esencia. No necesitas que nadie te diga lo hermoso que eres, lo eres, simplemente. Mira a tu alrededor, al resto de seres que te rodean. Algunos están dañados por las mentiras, por el egoísmo, por la ineptitud o por sus fracasos. Tú permaneces inamovible.

Algunos insectos intentaron mal aprovecharse del néctar que emana de tu flor, de esa de la que formas parte.Y tú, te plegaste hacia tu interior defendiéndote de esos ataques, pese a que algunos de ellos fueran difíciles de percibir en principio. Y sigues siendo bello...

Lo que nadie sabe es que tus días llegan a su fin. Eres pétalo caduco y, como todos, deberás dejar camino a los nuevos que broten. Hubieses seguido tu ciclo si no fuera porque yo, un día, me decidí a detenerme ante esa rosa, a mirarla detalladamente y a recaer en tu presencia.  Con mis bruscos dedos y quizás, malas maneras, te dañé sin piedad extrayéndote de tu matriz y exponiendo tu alma a las condiciones más peligrosas.    Te dejé sin tu alimento, sin tu apoyo y  sin tu raíz. Arranqué lo que eras, solo para que fueses mío, por mis ansias de poseerte. Y ahora, cuando te observo seco y arrugado, me arrepiento de la decisión que tomé: no fui capaz de suplir aquellas carencias que yo mismo te causé conscientemente, pues tú, en tu rosa, eras lo que el mundo te había destinado a que fueras, y por mi culpa moriste en mis manos, sin que yo pudiera hacer nada para reparar el dolor que había causado, pese haber prometido que siempre cuidaría de ti...

sábado, 30 de julio de 2011

Diálogo

- ¿A qué esperas? Levántate y vé hacia ello... Están ahí, frente a tí. ¿Es qué no los ves?
- No consigo verlos...¿Dónde dices que están? No puedo divisarlos desde mi posición.
- Es que desde donde estás no se ven. Sube un poco más alto. Desde aquí se ven claramente.
- Creo que no podré subir hasta donde estás. Sigue sin mí. No dejes que te retrasen mis miedos, mis inquietudes, mis anhelos, mis dudas... Lucha y alcánzalos. Yo me quedo aquí, viéndote mientras te alejas, rezando por tí y deseándote lo mejor.
- No seguiré sin ti. Dijimos un “para siempre”y para siempre será.
- No puedo... no tengo fuerzas. Tú caminas más rápido que yo. Quizás algún día logre alcanzarte, pero por ahora no puedo. Me quedaré aquí esperando... Quizás poco a poco se vayan acercando a mi.
- Eso no pasará. Se irán alejando. No esperan a nadie. Es más, la mayoría de veces huyen de los humanos. Hay que perseguirlos un poco, pero se terminan por encontrar. Tras aquella colina diviso uno. Sube aquí conmigo, cargaremos las escopetas y le alcanzaremos. Además tenemos a Boby, nuestro perro, una vez le hayamos dado, nos ayudará a cogerlo. Pero te necesito aquí. Yo solo no puedo.
- Siempre has podido sin mí. Llevas años haciéndolo solo... No me necesitas. Tú puedes. Confío en que puedes.
- Antes podía porque eran más pequeños, menos importantes. Por favor, no me dejes solo. Ven conmigo. Necesitamos alimentarnos. Moriremos si no los vamos cazando. Si no, pronto empezaremos a encontrarnos mal, caeremos enfermos. Nuestro corazón se irá debilitando. Es posible que incluso deje de latir... Vamos a por él. No parece difícil de alcanzar.
- No puedo apenas abrir los ojos. Si me quieres es mejor que sigas sin mí. Solo conseguiré retrasarte. Jamás lo lograrás cargando conmigo. Lucha: se resisten. Estaré bien. Por favor, déjame aquí. Quiero quedarme aquí.

    Respetó mi decisión y con paso firme se fue alejando. Con un tímido beso rozó mis entrañas. No miró atrás. Sabía que en el fondo yo era su lastre, el ancla que no le dejaba avanzar. Pero le cegó la ilusión: la ilusión de compartir una vida. De encontrar al yang de su ying. De experimentar en sus adentros lo que era el amor (eso de lo que tanto había oído hablar y que aún no conocía pese haber pasado la veintena de edad). Contaba con Boby, un fiel compañero que siempre estaba a su lado. Había poseído otros canes, incluso varios a una misma vez, pero nadie como Boby. Él le apoyaba en todo. En los malos momentos siempre recurría a él y viceversa. Se entendían bien. Sabía que, aunque en un principio le costaría algo más, iba a terminar por cazarlos.

    Eran sus sueños. Algunos de ellos también eran míos. De hecho algunos incluso fueron nuestros. Yo los dejé ir por motivos que aún desconozco, pero él no podía. Era un luchador nato, y sabía que llegaría lejos. De hecho no me equivoqué. Llegó tan lejos que ni la Luna fue capaz de verlo jamás después de aquella noche...

lunes, 4 de abril de 2011

En el peor momento...

Como dos senderos que se unen
así nos encontramos.
En minutos austeros,
en segundos amargos.
Quizás la peor hora,
para empezar a amarnos...

En silencio susurrábamos,
los gritos de desamparo.
Guardando luces de estrellas,
acallando rumores infundados,
deshojando anocheceres,
perdiendo el alma en las manos.

Y a pesar del duelo que vivimos,
cada uno con el pasado a cuestas,
entrelazamos nuestros dedos,
soportamos nuestras penas.
Ahogamos llantos reprimidos,
aflojamos esas cuerdas,
que dificultan el camino,
que lastran nuestra fuerza.

Amor, que lo dejo todo,
que ya no pierdo nada.
Que nada tengo sino te siento,
que ya no siento, si no te encuentro.

Y todo en el peor momento...
En los minutos más austeros,
en mis segundos más amargos,
sin duda,la peor hora,
para empezar a odiarnos...

lunes, 7 de marzo de 2011

Las flores del desierto

En honor a que mañana día 8 de marzo es el dia Internacional de la mujer trabajadora, aquí van estas líneas escritas por Mario Vargas Llosa, uno de los pocos hombres capaz de ver la auténtica belleza de las mujeres.Y para aquellas mujeres que son flores del desierto,  os agradezco a cada una de vosotras que hayais permanecido siempre a mi lado; y a aquellos escasos hombres que ven más allá  cuando miran a los ojos de una mujer, GRACIAS por intentar hacer de éste, un mundo mejor...

"Todas las flores del desierto están cerca de la luz.

Todas las mujeres bellas son las que yo he visto, las que andan por la calle con abrigos largos y minifaldas, las que huelen a limpio y sonríen cuando las miran. Sin medidas perfectas, sin tacones de vértigo. Las mujeres más bellas esperan el autobús de mi barrio o se compran bolsos en tiendas de saldo. Se pintan los ojos como les gusta y los labios de carmín de chino.
Las flores del desierto son las mujeres que tienen sonrisas en los ojos, que te acarician las manos cuando estás triste, que pierden las llaves al fondo del abrigo, las que cenan pizza en grupos de amigos y lloran sólo con unos pocos, las que se lavan el pelo y lo secan al viento.

Las bellezas reales son las que toman cerveza y no miden cuántas patatas han comido, las que se sientan en bancos del parque con bolsas de pipas, las que acarician con ternura a los perros que se acercan a olerlas. Las preciosas damas de chándal de domingo. Las que huelen a mora y a caramelos de regaliz.

Las mujeres hermosas no salen en revistas, las ojean en el médico, y esperan al novio, ilusionadas, con vestidos de fresas. Y se ríen libres de los chistes de la tele, y se tragan el fútbol a cambio de un beso.

Las mujeres normales derrochan belleza, no glamour, desgastan las sonrisas mirando a los ojos, y cruzan las piernas y arquean la espalda. Salen en las fotos rodeadas de gente sin retoques, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos con la felicidad embotellada de los grandes grupos.

Las mujeres normales son las auténticas bellezas, sin gomas ni lápices. Las flores del desierto son las que están a tu lado. Las que te aman y las que amamos. Sólo hay que saber mirar más allá del tipazo, de los ojazos, de las piernas torneadas, de los pechos de vértigo. Efímeros adornos, vestigios del tiempo, enemigos de la forma y enemigos del alma. Vértigo de divas y llanto de princesas. "

domingo, 6 de marzo de 2011

La punta del iceberg


Canción que en su día me enseñó una de las grandes mujeres que  forma parte de mi vida... Sé que no estás pasando por un buen momento, y aquí tienes mi hombro, que aunque un poco dolorido, podrá aguantar con el peso de tus lágrimas. Te adoro.