Puede que ciertos tipos de personas prefieran la libertad pese a todo. Pero la misma es un arma de doble filo: por un lado te da alas para emprender todo aquello que quieras; por otro, es difícil saber utilizarla y no equivocarse, pues al no tener ataduras has de ser doblemente responsable para elegir el buen camino, o por lo menos, el más correcto.
Yo soy de las que prefiere estar atada, de algún modo, a algo; más que nada porque soy de las que se escapa fácilmente, y de cuanta más libertad gozo, más aprovecho. No sé ser responsable en ciertos aspectos, sobre todo en los emocionales. Soy mas bien un péndulo, que si lo miras objetivamente siempre esta en el mismo sitio, de un lado para otro, pero en el mismo lugar. Si lo ves desde mi pespectiva, a cada instante varía, y no para quieto. Puede que recorra siempre la misma trayectoria, pero cada ida y venida es distinta, con nuevas experiencias y nuevos fracasos.
Por eso requiero de la soga: una que no apriete, que no me asfixie, pero que esté presente. Una soga que no me retenga a la fuerza, sino más bien con argumentos de peso. Una soga que no sea definitva, que yo sepa que es rompible. Una soga de la que no quiera escapar. Es más difícil de lo que parece, lo sé. Cuando uno ata al final aprieta y aprieta y pierde el control de la fuerza que ejerce, y eso hace que la otra persona se ahogue. Pero yo hablo de un juego de dos donde la comunicación es la regla base y el objetivo común es la complicidad. Solo puede haber o dos ganadores o dos vencidos. Nadie debe apretar más al otro porque sino ambos saldrán perdiendo.
Este tira y afloja es la base de cualquier relación emocional . Pero se requiere de la soga, de una atadura sutil que te haga permanecer seguro y unido a la otra persona. Por lo menos, yo si quiero mi propia atadura....
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